marzo 23, 2009

El Trabajo comienza en casa

por: Susana Jimenez

A consultarme llegan generalmente madres con hijos que tienen problemas en el colegio. La escuela esta convirtiéndose en un lugar en el cual los docentes se enfrentan a una nueva generación de niños, con sistemas educativos obsoletos, inexperiencia, desconocimiento, falta de recursos y otros muchos factores en contra que podríamos seguir enumerando.

Ante tal situación los docentes piden a los padres una solución para la permanencia del pequeño en sus aulas. Algunas de estas soluciones, como las terapias psicológicas, la ingesta de medicamentos o las terapias alternativas, intentan hacer del pequeño Índigo un niño normal.

Es un hecho que los sistemas educativos en este momento no son los más idóneos, además existen dos inconvenientes más para poder brindar al niño una escuela adecuada. Las escuelas con técnicas alternativas de aprendizaje son escasas y las colegiaturas son altas, muy por encima de lo que una persona de clase media, y ya no digamos baja, puede pagar.

¿Pero será realmente el colegio la causa de los conflictos? O estos se originan en otro lado?

Además de madre, soy terapeuta y a través de mi propia experiencia como hija (Índigo adulta) he observado como la dinámica familiar contribuye al desequilibrio emocional del pequeño mismo, que se extiende a otros ámbitos.

Un niño, con padres intolerantes que le gritan y se gritan todo el tiempo, tendrá problemas de falta de atención pues pretende cerrar su mente ante estas situaciones desagradables de su entorno. Si agregamos a este ambiente el maltrato físico, llámese bofetada o golpiza, el niño liberara la frustración y la rabia con otros: hermanos, amigos o compañeros de colegio.

En el entorno de un niño hiperactivo no hay tiempo para él, sus padres siempre están corriendo; la paciencia para detenerse a preguntar por sus necesidades no existe.

Relatare mi propia experiencia para ejemplificar lo anterior.

Llegue al mundo en una familia con un padre militar estricto y autoritario, una madre sumisa obedeciendo ordenes, pero ella también tenía a sus subalternos, en este caso mis hermanos y yo. Nos aplicaba castigos verbales o físicos si no seguíamos sus instrucciones.

En este ambiente comencé el jardín de niños, me divertía el trabajo, pero no soportaba los gritos de la maestra pues era muy poco tolerante para instruir párvulos; yo soñaba con la maestra de otro grupo, dulce y sonriente.

Aquí comenzaron los problemas de falta de atención, pues cuando la maestra enseñaba algo poco divertido o regañaba yo pensaba en otras cosas para evadirme, esto lo hacia muy bien pues lo practicaba casi a diario en casa. Al llegar a la escuela primaria mi madre comenzó a recibir reportes, pues yo platicaba mucho en clase. Se intento cambiarme de compañero de banca sin tener éxito, por ahí alguna maestra lo atribuyo a mi ritmo de aprendizaje al parecer más rápido de lo normal.

Un incidente doloroso fue cuando en 4° Grado se nos pidió leyéramos algo sobre gramática; al terminar, debíamos contestar el cuestionario de la lección. La materia no era de mis preferidas, por lo que busque las respuestas ayudada por mi intuición sin leer todo; como es de suponerse termine el trabajo en muy poco tiempo, lo entregue a la maestra y para mi sorpresa ella afirmo que yo debí tener las respuestas con anterioridad; seguramente las había resuelto en mi casa.

Me negué rotundamente; esto produjo su enojo. Además de acusarme de mentirosa y de querer sorprenderla, me exhibió delante de mis compañeros dejándome parada viendo a la pared hasta después del recreo. Con el tiempo aprendí a postergar las cosas, el mensaje ser el primero genera problemas me quedo bien grabado.

Siempre pensé en lo ridículo de escribir muchas veces las frases para aprenderlas. Para entonces descubrí que podía ver la televisión o escuchar música haciendo la tarea menos tediosa.

En mi trayectoria académica pasaron muchos maestros: unos con los cuales me aburría como ostra y otros que despertaron mi interés, como el de Bioquímica, quien no dejaba tomar notas en su clase, pero impartía su cátedra contándonos como las rutas metabólicas (nada sencillas) mantenían vivo nuestro organismo, y cada tema lo reforzaba con un caso de la vida real, para mi deleite.

Termine una carrera de formación netamente científica, haciendo uso de mi intuición la mayor parte del tiempo, algunas personas me preguntan como pude cursarla sin ser tan lógica. Buena pregunta. Nunca fui la de mejores notas, pero logre sobresalir entre muchos.

El maltrato hizo mella en mi carácter; en repetidas ocasiones al sentirme agredida respondía con rabia, asustándome incluso de tal reacción. Estos sentimientos reprimidos llegaron a emerger en el trato con mi hija. Me prometí una y otra vez no seguir los mismos patrones de mis padres. Sin embargo tuve que enfrentarme a una realidad dolorosa, había demasiados sentimientos negativos contenidos y cuando sentía la situación fuera de control comencé a pegarle a mi hija.

Mi forma de vida hasta hace poco era de muchos compromisos a la vez (hiperactividad); llegue a tener tres trabajos al mismo tiempo: dar terapia, tomar un curso, además de ser esposa y madre. Esto significaba para mí una forma de escapar de mis fantasmas, teniendo el día lleno de actividades no había espacio para los sentimientos negativos; o al menos eso creía pues en los momentos de crisis explotaban sin control.

Con esta dinámica familiar, mi hija se volvió agresiva, dominante, hacia tremendas pataletas si no se salía con la suya. No tenia amigas; la rechazaban pues ella quería imponer su voluntad. Cuando las cosas llegaron a este extremo comenzaron los reportes en el colegio, la maestra se quejaba de no poder controlarla, no quería hacer los trabajos, platicaba demasiado en clase y no quería jugar con otros niños.

Esto fue el detonante que me hizo reflexionar en buscar una solución no para mi hija sino para mi misma. Debía sacar de una vez y para siempre la basura emocional almacenada en mi interior. Entonces estuve en terapia psicológica, meditación, terapia de regresión a vidas pasadas, terapia floral. Luego de estas tres ultimas, me hice terapeuta.

El comportamiento de mi hija fue cambiando a la par del mio. A ella ahora no le gusta mucho hacer planas y planas, algunas veces se queja de la regañona de la maestra, pero con una madre más comprensiva y tolerante encontramos formas de solucionar estos pequeños inconvenientes.

He expuesto lo anterior a manera de reflexión pues como padres debemos entender la importancia de dar a nuestros hijos ambientes llenos de amor y comprensión. No significa ser permisivos. Se puede ser firme pero amoroso a la vez.

Debemos voltear a ver el pasado, para ahí detectar la forma como fuimos tratados en nuestra niñez. Si nos encontramos ante una infancia llena de abandono, falta de amor, maltrato emocional y/o físico, entonces aceptemos que hay trabajo por hacer.

Este es el punto de partida para ayudar a nuestros hijos en todos los obstáculos que se presentaran en su camino. Se habla repetidamente de que los Índigos vienen a cambiar la sociedad, y si la base más importante de ella es la familia, es ahí donde debe comenzar su trabajo.

Conozco varias familias de Índigos donde las madres comenzaron el trabajo con ellas mismas y poco a poco se fueron involucrando los padres.

El trabajo debe comenzar en casa y de ahí extenderse a otros ámbitos. Las siguientes sugerencias pueden ayudar a nuestros hijos en el colegio.

1. Conviértase en una experta en el tema Índigo, le aseguro hay mucha gente sobre todo madres dispuestas a escuchar, entre mas sean podrán hacer labor de convencimiento con los docentes.

2. Tenga mucha comunicación con la maestra del pequeño, pregúntele sobre la forma como el niño se comporta en clase. Recuerde que si esta teniendo problemas, algo en la dinámica familiar esta fallando.

3. Lleve a la directora del colegio información sobre los niños Índigos. Hoy en día la puede encontrar fácilmente a través de Internet (en este libro hay referencias de paginas Web). Sobre todo aquella especifica para docentes.

4. Platique con otras madres del colegio de su hijo, reúnanse, intercambien experiencias, compren libros que después pueden intercambiar. Pueden salir excelentes ideas para proponerlas a la maestra.

5. Intente a través de Internet contactar con personas involucradas en el tema Índigo, puede incluso encontrar gente con talleres muy económicos e incluso gratuitos, y luego póngalos en contacto con el colegio muchos docentes están dispuestos a escuchar nuevas alternativas.

6. Permita a su hijo ver la televisión o escuchar música mientras hace la tarea. Recuerde que tiene inteligencias múltiples, esto hará la labor menos tediosa.

7. El momento de hacer la tarea puede ser divertido si jugamos a la escuelita donde mamá es la maestra, y sus compañeros de clase son sus muñecos preferidos.

8. Cuando el pequeño no quiera hacer la tarea, platique sobre lo que ocurrirá en ambos casos y permítale asumir la responsabilidad de su elección.

9. Si el pequeño esta hiperactivo evite darle azúcar pues esto acelerara el metabolismo y tendrá mayor energía.

10. Cuando un niño sufre de falta de atención es fácil traerlo de vuelta tocándolo y mirándole a los ojos, aquí si están permitidos los dulces (pensemos que el cerebro consume una gran cantidad de glucosa, por eso la temperatura corporal baja).

11. Si el niño comienza a tornarse agresivo, envíelo a lavarse las manos si es posible la cara también con esto descenderá la temperatura elevada, cuando nos invada la ira.

12. Como último recurso si tiene la posibilidad de cambiar a su hijo de colegio hágalo. Involucre al pequeño en la elección, se lo agradecerá enormemente.

He dejado el cambio de colegio como ultima opción pues aun esta medida en un ambiente familiar inadecuado de poco o nada servirá. Es por esto que el trabajo debe comenzar en casa.

Para terminar, no es casualidad el haber traído al mundo a un niño Índigo; ya en nosotras existía la suficiente energía para albergar su vibración. Cada vez que su hijo enfrente problemas en cualquier ámbito recuerde su propia vibración Índigo, este consciente de ella o no.

Nota. En este artículo me refiero más a las madres, pues en la mayoría de los casos son ellas las que tienen mas contacto con los niños y son generalmente las buscadoras de ayuda.

Cómo lograr una Autoridad Positiva

por: Pablo Pascual Sorribas
Maestro licenciado en Historia y logopedagogia

Tener autoridad que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia. Y entonces empiezan los problemas. Hay que llegar a un equilibrio¿cómo conseguirlo para tener autoridad?

En una de las primeras charlas que dí a un grupo de padres de un parvulario, una madre levantó la mano y me preguntó:
- ¿Qué hago si mi hijo está encima de la mesa y no quiere bajar?
- Dígale que baje- le dije yo.
- Ya se lo digo pero no me hace caso y no baja- respondió la madre con voz de derrotada.
- ¿Cuántos años tiene el niño?- le pregunté.
- Tres años - afirmó ella.

Situaciones semejantes a ésta se presentan frecuentemente cuando tengo ocasión de comunicar con un grupo de padres. Generalmente suele ser la madre quien pone la cuestión sobre la mesa aunque estén los dos. El padre simplemente asiente bien con un silencio cómplice bien afirmando con la cabeza porque el problema es de los dos evidentemente.

¿Qué ha pasado para que en tan pocos meses una pareja de personas adultas, triunfadoras en el campo profesional y social hayan dilapidado el capital de autoridad que tenían cuando nació el niño?
Actuaciones paternas y maternas a veces llenas de buena voluntad minan la propia autoridad y hacen que los niños primero y los adolescentes después no tengan un desarrollo equilibrado y feliz con la consiguiente angustia para los padres. El padre o la madre que primero reconoce no saber qué hacer ante las conductas disruptivas de su pequeño y que después siente que ha perdido a su hijo adolescente no puede disfrutar de una buena calidad de vida por muy bien que le vaya económica, laboral y socialmente porque ha fracasado en el "negocio" más importante: la educación de sus hijos.

¿Cuáles son los errores más frecuentes que padres y madres cometemos cuando interaccionamos con nuestros hijos?
Antes de que siga leyendo quiero advertirle que posiblemente usted como todos -yo también- en alguna ocasión ha cometido cada uno de los errores que se apuntan a continuación. No se preocupe por ello. No es un desastre. Es lo normal en cualquier persona que intenta educar TODOS LOS DIAS. Tiene su parte positiva. Quiere decir que intenta educarlo cual ya es mucho. En educación lo que deja huella en el niño no es lo que se hace alguna vez sino lo que se hace continuamente. Lo importante es que tras un periodo de reflexión los padres consideren en cada caso las actuaciones que pueden ser más negativas para la educación de sus hijos y traten de ponerles remedio.

Estos son los principales errores que con más frecuencia debilitan y disminuyen la autoridad de los padres:

* La permisividad.
Es imposible educar sin intervenir. El niño cuando nace no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo que hace "fechorías" y su padre no le corrige piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.

* Ceder después de decir no.
Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no y perdone que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a decir no a su hijo piénselo bien porque no hay marcha atrás. Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes su hijo no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro. En cambio el sí, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde negocie con él qué programa y cuanto rato.

* El autoritarismo.
Es el otro extremo del mismo palo que la permisividad. Es intentar que el niño/a haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la permisividad.

* Falta de coherencia.
Ya hemos dicho que los niños han de tener referentes y límites estables. Las reacciones del padre/madre han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana también.
Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los cubiertos la madre le ha de apoyar y viceversa. No debe caer en la trampa de: "Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma".

* Gritar. Perder los estribos.
A veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además a todo se acostumbra uno. El niño también a los gritos a los que cada vez hace menos caso: Perro ladrador poco mordedor. Al final para que el niño hiciera caso habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño reaccionase.
Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos lo cual es muy grave. Nunca debemos llegar a este extremo. Si los padres se sienten desbordados deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuelas de padres, etc.

* No cumplir las promesas ni las amenazas.
El niño aprende muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre/madre menos cumple lo que dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un girón de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir es posible. Un mes es imposible.

* No negociar.
No negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder y por lo tanto incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.

* No escuchar.
Dodson dice en su libro "El arte de ser padres", que una buena madre -hoy también podemos decir padre- es la que escucha a su hijo aunque esté hablando por teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar... nunca.

* Exigir éxitos inmediatos.
Con frecuencia los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que fueran los mejores... ¡ya!. Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado. Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores. Esto que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos en los que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente"para que el niño aprenda" se las repiten una y otra vez.

Sin embargo una vez que sabemos lo que hemos de evitar algunos consejos y "trucos" sencillos pueden aligerar este problema, ofrecer un desarrollo equilibrado a los hijos y proporcionar paz a las personas y al hogar. Estos consejos sólo requieren por un lado el convencimiento -muy importante- de que son efectivos y por otro llevarlas a la práctica de manera constante y coherente.

Algunas de estas técnicas ya han sido comentadas al hablar de los errores y ya no insistiré en ellas. Me limitaré a enunciar brevemente actuaciones concretas y positivas que ayudan a tener prestigio y autoridad positiva ante los hijos:

* Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Es la primera condición sin la cual podemos dar muchos palos de ciego. Estos objetivos han de ser pocos formulados y compartidos por la pareja de tal manera que los dos se sientan comprometidos con el fin que persiguen. Requieren tiempo de comentario, incluso a veces papel y lápiz para precisarlos y no olvidarlos. Además deben revisarse si sospechamos que los hemos olvidado o ya se han quedado desfasados por la edad del niño o las circunstancias familiares.

* Enseñar con claridad cosas concretas. Al niño no le vale decir "sé bueno""pórtate bien" o "come bien". Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale es darle con cariño instrucciones concretas de cómo se coge el tenedor y el cuchillo por ejemplo.

* Dar tiempo de aprendizaje. Una vez hemos dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en práctica necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas si es necesario. Son cosas nuevas para él y requiere un tiempo y una práctica guiada.

* Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal. Pensemos que lo que le sale mal no es por fastidiarnos sino porque está en proceso de aprendizaje. Al niño como al adulto le encanta tener éxito y que se lo reconozcan.

* Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio. Sin coherencia entre las palabras y los hechos jamás conseguiremos nada de los hijos. Antes al contrario les confundiremos y les defraudaremos. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca.

* Confiar en nuestro hijo. La confianza es una de las palabras clave. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre no da ejemplo de confianza en el hijo.

* Actuar y huir de los discursos. Una vez que el niño tiene claro cual ha de ser su actuación es contraproducente invertir el tiempo en discursos para convencerlo. Los sermones tienen un valor de efectividad igual a 0. Una vez que el niño ya sabe qué ha de hacer y no lo hace actúe consecuentemente y aumentará su autoridad.

* Reconocer los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño/a y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar porque los errores no son fracasos sino equivocaciones que nos dicen lo que debemos evitar. Los errores enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.

Todas estas recomendaciones pueden ser muy válidas para tener autoridad positiva o totalmente ineficaces e incluso negativas. Todo depende de dos factores que si son importantes en cualquier actuación humana en la relación con los hijos son absolutamente imprescindibles: amor y sentido común.

Educar es estimar decía Alexander Galí. El amor hace que las técnicas no conviertan la relación en algo frío, rígido e inflexible y por lo tanto superficial y sin valor a largo plazo. El amor supone tomar decisiones que a veces son dolorosas a corto plazo para los padres y para los hijos pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un bienestar interior en los hijos y en los padres.

El sentido común es lo que hace que se aplique la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiadaen función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con tirachinas. Un adulto debe tener sentido común para saber si tiene delante una mosca o un león. Si en algún momento tiene dudas debe buscar ayuda para tener las ideas claras antes de actuar.

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marzo 16, 2009

Cerrando círculos

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierde la alegría y el sentido del resto.
Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo, lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó con su trabajo?, ¿Se acabó la relación?, ¿Ya no vive más en esa casa?, ¿Debe irse de viaje?, ¿La amistad se acabó?... puede pasarse mucho tiempo de su presente "revolcándose" en los porqués, en rebobinar el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, sus hermanos, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos, a pasar la hoja, a terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir adelante. No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. NO. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, vender o regalar libros. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No esperen que le devuelvan, no espere que le reconozcan, no espere que alguna vez se den cuenta de quién es usted.
Suelte el resentimiento, el prender "su televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo. La vida está para adelante, nunca para atrás. Porque si usted anda por la vida dejando "puertas abiertas" por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de "regresar" (a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron ... ¡Si puede enfrentarlos ya y ahora, hágalo! Si no, déjelo ir, cierre capítulos. Dígase a usted mismo que no, que no vuelve. Pero no por orgullo ni soberbia, sino porque usted ya no encaja allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio. Usted ya no es el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a qué volver.
Cierre la puerta, pase la hoja, cierre el círculo. Ni usted será el mismo, ni el entorno al que regresa será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por usted mismo el desprender lo que ya no está en su vida. Recuerde que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque cuando usted vino a este mundo "llegó" sin ese adhesivo, por lo tanto es "costumbre" vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy le duele dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente, se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero... cierre, clausure, limpie, tire, oxigene, despréndase, sacuda, suelte. Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.
¡Esa es la VIDA